
Respeto, que significa no causar daño a la pareja, ni físico, ni emocional, ni psicológico.
Aceptación, que supone el compromiso personal de admitir a la otra persona como es, sin reproches ni exigencias.
Generosidad, recíproca, pues las relaciones se consolidan con lo que ambos se aportan mutuamente.
En buena compañía: De esta forma, por muchas situaciones difíciles externas que le puedan ocurrir a la pareja, uno siempre tendrá la sensación de estar cobijado, de que hay un lugar donde sentirse seguro y estar en buena compañía. La pareja es consecuencia de las aportes de los dos, es decir, es el resultado de lo que ambas partes aportan a la misma.
Evitar la crítica vacía, las etiquetas o sentencias dañinas sobre el otro. Las parejas sanas trabajan en adaptar sus conductas mutuamente, en buscar el equilibrio y en encontrar de forma conjunta soluciones.
Aceptarse mutuamente, sin esperar la perfección, aunque lógicamente el balance de lo que agrada ha de superar con creces al que desagrada.
Comunicarse con frecuencia y de forma honesta, con el objetivo de buscar soluciones para las situaciones planteadas, y no culpables a los que castigar y hacer sentir mal.
Querer mucho a tu pareja cada día, dando muestras de su amor con frecuencia (pequeños detalles cotidianos hechos con atención y cariño, reconocer y agradecer los gestos generosos de la pareja, etc.).
Ser capaz de pedir disculpas cuando uno se ha equivocado, e interpretar los errores como una forma de crecer y de consolidar la relación.
Evitar en todo momento el mal carácter, que suele ser más un síntoma de inmadurez que de capacidad para afrontar situaciones inesperadas, y saber afrontar las situaciones difíciles de manera positiva.
